Vivo
en Barbastro (Huesca) muy cerca de las montañas del Pirineo. Desde niño he disfrutado
de la nieve, de los ríos, de largas caminatas por magníficos parajes, de
paredes de escalada, de oscuros barrancos, en fin, de la naturaleza al 100%.
Desde que sufrí el atropello y la lesión medular, evito pensar en las cosas que ya no puedo hacer y siempre he mirado la montaña con anhelo, pensando que con la silla de ruedas iba a renunciar a una de mis pasiones.
Desde que sufrí el atropello y la lesión medular, evito pensar en las cosas que ya no puedo hacer y siempre he mirado la montaña con anhelo, pensando que con la silla de ruedas iba a renunciar a una de mis pasiones.
Pero este verano decidí probar a hacer una excursión en handbike. Calcé las ruedas con cubiertas de montaña, deshinché a tope la rueda delantera para tener más tracción y me líe a pedalear por uno de las zonas más cautivadores del Pirineo, el valle de Pineta.
Los primeros kilómetros son duros, la progresión es lenta pero constante y poco a poco voy superando las dificultades que encuentro (piedras sueltas, desniveles cada vez mayores, pequeños riachuelos que inundan el “camino”…etc).
Transcurre
el tiempo y me sumerjo en el paisaje, en los olores y en la buena conversación
de los compañeros montañeses. Los kilómetros van pasando, disfruto como nunca,
he vuelto a hacer realidad algo que pensaba imposible.
En las bajadas soy el más rápido y debo hacer pausas obligadas para esperar a los compañeros, aprovecho a respirar con profundidad y meter en mi interior todo lo que observo.
En las bajadas soy el más rápido y debo hacer pausas obligadas para esperar a los compañeros, aprovecho a respirar con profundidad y meter en mi interior todo lo que observo.
Cuando
llegamos al final del sendero, una riada se ha llevado el puente que conecta
con la pista que nos devuelve al punto de origen y un río crecido impide la
marcha así que decidimos volver por donde hemos venido.
Un
valiente montañés se ofrece a cruzar el río llevándome en su espalda, (“en colicas”
como decimos en mi tierra), es peligroso pero como de cobardes no hay nada escrito, acepto la proposición y cruzamos con prudencia el cauce.
Otra
vez hemos vuelto a vencer a la discapacidad, otra vez observo que las
limitaciones están en nosotros mismos, otra vez hago realidad el lema ¡QUERER
ES PODER!.
¡SI YO PUEDO, TU PUEDES!
¡SI YO PUEDO, TU PUEDES!